La desnutrición infantil

Por Alexandra Castañeda

La desnutrición se entiende como una deficiencia de micronutrientes en el organismo, específicamente de la carencia de hierro, zinc y yodo, entre otras vitaminas y minerales necesarios para el normal funcionamiento del organismo. Por su parte, la desnutrición crónica es una enfermedad que padecen un promedio de 14.3% niños en nuestro país, siendo 3.8% piuranos (Barboza,2021). 

En nuestra ciudad podemos decir que, por lo menos antes de la pandemia, se percibía cierto desinterés por parte de las instituciones educativas ante esta problemática, esto se veía fácilmente reflejado en los kioscos de los colegios, inundados de “comida” sin ningún valor nutricional que se oferta y cuyos únicos consumidores son precisamente los menores de edad, por su parte los padres nunca presentaron quejas ante esta situación 

La razón principal por la que se le debe dar relevancia a este problema es que afectará a los individuos que la padezcan durante toda su vida. Los niños con desnutrición crónica tienen menor capacidad cognoscitiva, de aprendizaje y rendimiento en la escuela. Mientras que en la edad adulta, serán menos productivos y más propensos a padecer de enfermedades crónicas, como hipertensión o diabetes (Agenda de Nutrición Infantil, 2020).

La nutrición, siendo uno de los principales factores del desarrollo infantil temprano, también tiene consecuencias económicas a largo plazo. Se estima que las pérdidas en productividad asociadas a la desnutrición superan el 10 % de los ingresos que una persona podría obtener a lo largo de su vida, y que los países donde la prevalencia de la desnutrición es más alta, pierden entre el 4 % y el 11 % del producto interno bruto anualmente (Unicef, 2011).

Conociendo todo lo que la nutrición representa en la vida de las personas y en el desarrollo del país, es necesario que se implementen campañas de concientización, en las que se destaque la importancia de una alimentación saludable, también es necesario el implemento de otros productos, como frutas, en los kioscos escolares, y que se reemplacen las comidas chatarras, que los niños pueden consumir en menor cantidad, pero fuera de su escuela.

Además, nunca es mal momento para que la industria alimentaria nacional desarrolle productos con un real valor nutricional, teniendo siempre en cuenta a todas las personas de todas las clases sociales, un producto accesible y nutritivo que se distribuya en todo el país y que sea atractivo para los niños, que serían el principal consumidor al que la industria debería apuntar.

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